Terminó el recreo
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Por Nicolas Martin CassanelloPromedia el mes de Febrero, y tal como expuse en mi post anterior, tuve el privilegio de armar las maletas y excluirme unos días de mis actividades usuales.
Según la Real Academia Española de Letras, la palabra "vacación" deriva de "vacatĭo, -ōnis", y en su primera acepción es definida como "Descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios." También es el "tiempo que dura la cesación del trabajo".
Se trata de un descaso-de-la-actividad-habitual. No necesariamente de un "reposo prolongado" o de una sesión de relajación con piedras magnéticas. Nos desenchufamos del laburo, en criollo.
Disfruté muchísimo mi breve estadía en Venezuela. Fueron siete maravillosos días de distracción y esparcimiento. Me faltaron apenas un par de días adicionales de... descanso.
A esta altura, ya es una costumbre que mis vacaciones esté dominadas por términos tales como "recorrer", "vagar", "caminar", "conocer" ...y además contemplo la posibilidad de "descansar".
Al fin y al cabo, intento romper con la metáfora del pobre burro caminando alrededor de la noria, a la vez que evito convertir esta época del año en un entrenamiento para triatletas.
Nada de consultas profesionales, despachos aduaneros, ni controversias jurídicas, ni celulares sonando. Bah, al menos el celular propio; la penetración de la telefonía celular en la población venezolana es fastidiosamente alta.
Por el contrario, mi agenda estuvo dominada por largas caminatas, la piel tatuada con filtro solar, ojos lastimados por tanto azul marino, y la comisura de mi quijada fortalecida por sonreir durante tanto tiempo sin parar.
¿Y qué tiene que ver ésto con un blog acerca sobre derecho y comercio internacional? Hasta aquí poco.Mejor cerramos el segmento "travel channel" y paso a justificar el post.
Mi salida de Argentina ocurrió bajo laxos controles aduaneros. Hasta ese momento, pensaba que el trato sería similar de parte de las administraciones aduaneras peruana (aeropuerto de trasbordo) y venezolana.
Pronto advertí mi error, en medio del fastidio de sacarme mi cinto, reloj, monedas.. a minutos de embarcar.
Al regresar, en Caracas me ofrecieron el combo grande: se dio el procedimiento habitual + quedarme descalzo.
Lima no fue tan tedioso, por suerte, ya que el viaje y las esperas aeroportuarias se tradujeron en un agotamiento bastante intenso.
Una vez en Ezeiza, ya adoctrinado sobre las rigurosas fiscalizaciones aduaneras foráneas, me encuentro -para mi sorpresa- con el mismo panorama de "no-control" argentino.
El tema fue la comidilla del grupo de argentinos con quien coincidí en el viaje.
Lo gracioso de esto, es que nos fastidiamos frente a controles rigurosos, pero nos escandalizamos aún más por la falta de los mismos. ¿Acaso una contradicción más, propia de nuestra argentinidad sanguínea?
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